El Océano solo son gotas de agua que se juntan para estar unidas”

agua
En 1950, antes de que existieran los fármacos para reducir el colesterol y otras medicinas para prevenir las afecciones cardiacas, los infartos eran una de las principales causas de muerte entre los varones menores de sesenta y cinco años en Estados Unidos, excepto en Rosetto, Pensilvania, un pequeño pueblo de inmigrantes Italianos.

Intrigado por esto el doctor Wolf realizó una investigación, y lo que descubrió fue sorprendente, lo único que hacia diferente a Rosetto de otros pueblos cercanos eran sus fuertes relaciones sociales, los vecinos se preocupaban los unos por los otros, se visitaban, charlaban en las calles, habían construido una estructura social de protección capaz de aislarlos de las presiones del mundo moderno .

En una oportunidad me sentí como en Rosetto, fue hace como cinco años cuando viví en un hermoso barrio vía Turbaco, en la ciudad de Cartagena, a pesar que éramos las únicas “cachacas”  (del interior del país), los vecinos siempre estuvieron prestos para ayudarnos e integrarnos en las actividades del barrio, como aquel primer día después de la mudanza cuando mi casa se inundó por un problema con un tubo y un vecino me avisó, otro me prestó los implementos para cerrar el registro y arreglar el daño a pesar que era muy tarde en la noche.

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El barrio siempre parecía estar de fiesta, en las noches todas las personas se encontraban por lo general en las calles tomando el “fresco” sentados en sus mecederas hablando de la vida, al tiempo que los niños con sus bicicletas y triciclos le daban la vuelta al barrio, y los más grandes cuidaban a los más chicos.

Recuerdo también las celebraciones, no se me olvidará ese primero de noviembre cuando llegaron a nuestra puerta niños, niñas, jóvenes y adultos disfrazados de ángeles y demonios, y al son de las cacerolas cantaban el estribillo más particular para juntar: plátano, carne y yuca para un sancochó, sopa típica colombiana que iban a cocinar en esa cuadra, o aquel mágico siete de diciembre en el que prendimos las velitas en la calle con todos los vecinos y compartimos chocolate caliente, bizcochos y otras delicias mientras llegaba el amanecer.

Por lo general, estos ejemplos de comunidad son difíciles de encontrar especialmente en las grandes urbes, en donde el capitalismo por conveniencia posicionó la teoría de las especies y la supervivencia del más apto, y cimentamos nuestras vidas en los objetivos de ser el más rico, el más poderoso, el que llega de primeras, y así nos separarnos cada vez más a través de una animo extremadamente competitivo. Como pasa con muchos trabajos científicos y sociales solo se conocen a medias, y el trabajo de Darwin no es la excepción, ya que él también encontró en la naturaleza el sentido de la colaboración, y es en sentir cuando estamos más plenos, felices y tenemos una mayor capacidad para resolver nuestros problemas.
No necesitamos ser científicos para notarlo, solo basta mirar al cielo y ver las bandadas de pájaros como vuelan en una impresionante sincronía, así como nadan los peces en sus bancos y parecen ser solo uno. Podemos observar como los miembros de las las manadas se cuidan los unos a los otros y toman el alimento que necesitan, no se verá nunca a un tigre con tres antílopes en sus fauces para el solo.

Sencillamente se nos olvidó que somos parte del todo, como el océano somos gotas de agua que se juntan para estar unidas.